
Ayer me llegó un paquete que llevaba unos días esperando desde Toledo. O mejor dicho, me tendría que haber llegado. Era un "Paquete Azul", de esos que te llevan a la puerta de tu casa (porque pagas para que lo hagan), que te hacen abrir al cartero en bata y con los pelos hechos un cristo, firmar cualquier papeleo que te pongan delante, (como si es tu sentencia de muerte) y darle las gracias al mensajero. Pero en este caso el mensajero no llegó. Sí, llamó al timbre, y en los 7-8 segundos que tardé en contestar, se las había arreglado para llamar a cualquier otro piso, consiguiendo que le abrieran la puerta, dejar en el buzón la notificación de llegada y salir zumbando con mi paquete. Conclusión, que esta tarde me tocó la caminata hasta correos a recoger el susodicho porque al haragán (por no decir en un blog público algo más bestia, como hijo la gran puta o algo así) del "paquetero" no le apeteció llamar al ascensor (si es que tengo hasta ascensor, hombre) y subir hasta el 5º, que no es para tanto, joder. Que no estás repartiendo pianos de cola, pedazo de mamón.
Y como pretendas presentar una queja formal lo llevas claro: aparte de la cara que te ponen, que parece que te vayan a escupir de un momento a otro, el responsable nunca está, sea quien sea. No es que haya ido más veces a quejarme; pero la señora atontada, que intentaba mantener a Morfeo a raya a base de café de máquina en ese momento, no sabía mentir. Se le notaba a leguas que me estaba hablando de un encargado fantasma. "Ehhhh.... noooo es quee.... no estáa ehhh? No sé cuándo vendrá". Maravilloso, Mambrú se fue a la guerra y yo ahí con cara de imbécil. No es que yo sea de quejarme, pero hay cosas que me tocan las narices, por lo gratuito. Pero está visto que ir a quejarse a una institución pública es una pérdida de tiempo mayor que intentar tocar tocar la Patética con los pies.
Al menos, tengo mi paquete. (Nota del autor: no saquen esta frase de su contexto, no me fastidien).
Y como pretendas presentar una queja formal lo llevas claro: aparte de la cara que te ponen, que parece que te vayan a escupir de un momento a otro, el responsable nunca está, sea quien sea. No es que haya ido más veces a quejarme; pero la señora atontada, que intentaba mantener a Morfeo a raya a base de café de máquina en ese momento, no sabía mentir. Se le notaba a leguas que me estaba hablando de un encargado fantasma. "Ehhhh.... noooo es quee.... no estáa ehhh? No sé cuándo vendrá". Maravilloso, Mambrú se fue a la guerra y yo ahí con cara de imbécil. No es que yo sea de quejarme, pero hay cosas que me tocan las narices, por lo gratuito. Pero está visto que ir a quejarse a una institución pública es una pérdida de tiempo mayor que intentar tocar tocar la Patética con los pies.
Al menos, tengo mi paquete. (Nota del autor: no saquen esta frase de su contexto, no me fastidien).