Thursday, July 03, 2008

Remedios (II)




Al día siguiente, tras comprobar que no falta ninguno de nosotros, nos encontramos con una curiosa noticia: tenemos que largarnos de casa hasta la hora de comer. No, no estábamos de Rodríguez, estábamos pagando la habitación. ¿Entonces? Fácil. Tocaba petit commité santero y no estábamos invitados. Por lo poco que deduje de aquello, se pasaron toda la santa (qué bien traído, jajaj... uy, perdón) mañana tirando conchas por el aire, poniéndose de ron hasta el culo, cortando la cabeza a unos cuantos pollos y poniendo la casa perdidita de sangre mientras canturreaban los greatest hits del África profunda.


Así que echamos la mañana paseando por el pueblo y tomando Bucaneros (o limonada, que yo estaba ya de Bucanero hasta el ojal) en el bar, esperando a que terminara el botellón privado, mientras empezábamos a comentar ya lo majos que eran ayer y lo raritos que eran hoy. Por desgracia, en nuestro bando había un agente doble que hacía improcedente despotricar lo que nos hubiera gustao (al menos a mí), además era un babalao; y creo que fue entonces cuando nos ofreció, con toda su buena intención, que hiciéramos una "consulta". Bien. Empezamos a entrar en materia con tecnicismos. El babalao es, por decirlo así, el puto sheriff en esto de la santería. El que más mola. El que más chana. El que más. Pero sólo pueden serlo los hombres, toma ya. Y en la consulta, pues te rodean unos cuantos, y según su sistema, te hablan de tu futuro, tu pasado, y esas movidas. Interesante ver esto in situ, dije yo, vamos p'allá. Gema y Nacho se apuntaron también.


Para comer, al menos, había pollo recién sacrificado. Lo cual se agradecía, porque la comida se basaba siempre en las sobras de la cena pantagruélica del primer día, y cada día era más evidente. Ya en la casa -yo creo que debieron ver ya nuestras caras de aprensión-, aquello era una especie de pequeña dictadura a escala: si nos juntábamos más de dos personas, aquello podía ser parte de una conspiración judeo-masónica, y éramos permanentemente vigilados. En cuanto abríamos el hocico para decir lo que fuera, aparecía alguien. Cualquiera. A cuento de nada, se sentaba ahí al lado y hablaba de cualquier memez para justificar su presencia. Intimidad cero.


Mientras tanto, "preparábamos" el concierto que íbamos a dar en la "disco" del pueblo. La guinda, vamos, si queríamos pasar desapercibidos ya la habíamos jodido del todo. Tras una muestra casera del show, la gente de la casa decidió que había canciones que no se podían tocar, que podía ser un problema si había gente del CDR*. La primera intentona de tocar, tras pasar un día de relax en las playas caribeñas de Sol Meliá, se suspendió por temas de papeleo gubernamental (allí el dueño del bar no decide ni el color de sus calzoncillos, allí decide el estado, en eso y en todo lo demás), y el bolo quedó pendiente para el día siguiente, donde se retomará aquesta historia y se hablará del concierto y de cómo sucedió el episodio de las consultas, que tiene tela porque además no me pienso cortar un pijo, como si lo lee toda la comunidad Yoruba uno detrás de otro. ¡Ja!
* CDR: Comité de Defensa de la Revolución: son peña anónima, hasta el punto de que tu padre podría ser del Comité y tú podrías no saberlo. Si ven en cualquier sitio alguna actividad, o lo que sea, de carácter contrarrevolucionario, se chivan y te buscan el marrón de tu vida, que te detengan, o te hagan la vida imposible, o lo que sea. Y supongo que detenerte allí no consiste en que te saquen una foto y te digan que no lo vuelvas a hacer. Como inspectores de la SGAE pero a lo bestia.

2 comments:

Yuyuya said...

Estamos ansiosos de leer esas consultas, Cecil... eso sí, no de nombres... :S

Anonymous said...

Bueno, bueno, bueno, bueno... cómo se pone la cosa por dios... siga contando, vaya tela.
Besos, muchos, muchos.