Hechas las presentaciones...

...ya podemos entrar en harina, y puedo contarles todas esas gilipolleces que a nadie importan, por ejemplo esta que sigue:

había soñado muchas veces con correr sin llegar a ningún sitio, con caer sin caer en ningún sitio, con volar, con que se me cayeran los dientes en un repentino otoño bucal, incluso con que me daba un leñazo en coche. Pero hasta hoy nunca había soñado que me pegaba un tiro. Así, en frío. Pam. Y puré de cerebelo baila un rock'n'roll por el aire mientras el resto de mi carcasa mortal se desliza plácidamente por una escalera. Me desperté cuando llevaba como medio minuto ejerciendo de fiambre y mi guionista neuronal se dio cuenta de que, en esas circunstancias, no había mucho más que pudiera contar. Por qué llegó mi subconsciente hasta el punto de matarme, no lo sé. No me acuerdo. Algo feo le diría.

Eso fue como a las 5.30 a.m. , y luego me costó un rato muy largo volver a conciliar el sueño, como es de ley. Supongo que es lógico, con la detonación metida en la cabeza, en algún lugar entre el yunque, el estribo, la cóclea y el bulbo raquídeo.

Y que conste que todo esto no es una justificación para la siesta que me voy a largar ahorita mismo. Es una recomendación. Si quieren soñarse autoexcluyéndose del padrón, que no sea de un tiro. Ahórquense, abran el gas y cierren la puerta. Todo vale, pero un tiro no. Luego no hay dios que duerma.

Besos