Thursday, January 03, 2008

El bosque inanimado




Aún no me he metido en vuestros blogs, queridos míos, porque viendo que mi desordenador hace un amago de funcionar (aunque renqueando como una momia asmática) me lanzo a ver si puedo postear algo.


Y como no podía ser de otra manera, hay que hablar de la nochevieja, que en mi caso, y gracias a dios, se alejó bastante del festejo tradicional. Como no me apetecía ir a ningún sitio y ponerme ciego de lo que fuera (básicamente se reduce a eso, ir a algún sitio y ponerse ciego de algo), opté por un plan alternativo: agarré la tienda de campaña, me puse la mochila al hombro y me fui al monte a pasar la nochevieja en paz, a uno de los mayores (dicen) bosques de tejos de nuestra bienamada Europa.


Después de la pateada de rigor, que fueron unos cuantos kilómetros to p'arriba desde un pueblecito colungués (de Colunga, pa los foráneos), con una mochila que pesaba como un muerto, llegamos al bosque, metido en un coqueto valle a 700 metros de alto. Después del bocata y el paseo procedente por la zona, mis compañeros se dieron la vuelta y allí me dejaron, todavía con cara de extrañeza y advirtiéndome que era la última oportunidad que tenía de echarme atrás y volver con ellos. Normal, están cuerdos. Y allí me quedé, en un sitio realmente de cuento de hadas.


Una hora larga me llevó, a los pies de un venerable tejo, montar una tienda que parecía diseñada por Escher, no tenía sentido ninguno. Finalmente conseguí convertirla en un receptáculo habitable -aunque no se monta así ni de blas-. Suficiente. Una vez instalado del todo, llegó lo que más temía: el frío de cojones que hace ahí arriba. Pero como ya estaba preparao, me enfundé mis 43290 camisetas y el jersey de lanorra que siempre llevo en mis viajes. Poco más que contar hasta la cena (jamoncito serrano, té y turrón de chocolate) y las uvas, que me las comí cuando me salió de las narices y olé. Y a dormitar, esperando disfrutar de la sinfonía de mágicos sonidos del bosque. Ni pa dios, claro. Con el fresco que hacía allí no salían a la palestra ni los pingüinos monteses. Un silencio apabullante. Algún pájaro carpintero llamando a la puerta de los árboles y poco más. Al día siguiente, desmontar la tienda (y meterla en la funda, otra película de Chaplin) y subir un par de picos que había por los alrededores. Y hala, bajar, sin mucha más sabiduría mística pero sin resaca. Y con unas agujetas que me duran hasta hoy. Ahí os dejo la foto de mi petit hotel.


Feliz año a todos, y otras frases.




6 comments:

Madame M said...

Joder, tío: ¡qué bien me caes!

Anonymous said...

Qué fenómeno!

La verdad es que es un plan apetecible, pero hay que tenerlos bien puestos y abrigarse.

Seguro que los animalillos estaban en Colunga tomando copas y montando el tiberio de bar en bar. Por eso no oíste ruidos salvo los del carpintero que estaba de guardia.

Feliz...

Anonymous said...

¡Qué guevosss que tienes, Cecil! Pero qué plan tan alucinante ¿y lo hiciste solo? Yo me hubiese quedado contigo, con un buen saco, claro, ya sabes que estoy viejita y el frío me asusta...
El año que viene pienso pasar esas fechas haciéndo algo totalmente distinto de lo que he hecho en mi vida hasta ahora.
Gracias Cecil, qué idea me has dado.

Anonymous said...

Colunga-colungae, que diría Pepín Tre...
¿Sólo 42 mil camisteas? Claro, si hubiera llegao a las 50 mil no habría pasado un frío del carajo y los pingüinos habrían salido de su "comadreja"... Estoy fundida y confundida con este tema, pero se hace saber:
¡Que les vamos a ir a ver, que son dignos de conocer, ñó!
Feliz año o lo que sea que le haga más feliz.

Anonymous said...

Cecil... eres la releche. El domingo pasado pensé que estabas de coña, ahora, simplemente alucino.
Te montaste una muy buena entrada de año sí señor... otros simplemente nos agarramos al ginkas.
Un beso, te veo maniana.
Muaa

Anonymous said...

Ahhhhhhh! se parece mucho a mi nochevieja...sobre todo lo acontecido con la tienda de campaña....la única diferencia es que estaba en una playa remota en un país remoto y que el día uno lo empecé con un buen chapuzón. ¡Feliz año!