Fui el primero en llegar. Me recibió un señor excesivamente excesivo: excesiva gomina, excesivo brillo en los zapatos, excesivos planchados en el traje y excesiva amabilidad; se identificó como el jefe de prensa y se me pegó como si fuera un mayordomo magnético y mi culo fuera de hierro, a pesar de recalcarle que yo era auxiliar de sonido de la autonómica y que mi rango de autoridad estaba justo encima del de las ratas. Cuando me hubo enseñado hasta las vistas desde la ventana ("algún día, hijo mío, todo esto será nuestro"), el hombre excesivo se largó y me dejó solo allí, con todo el atrezzo electoral del partido. Creo que ese fue el primero de muchos escalofríos.
Podría ponerme a contar ahora las movidas técnicas que tuvimos con la RDSI por culpa del SAI de la DSNG, pero no tiene gracia ni aunque se la busque y además, cuantas menos siglas tenga que utilizar estos días mejor que mejor.
Nada más empezar los escrutinios el salón empezó poco a poco a llenarse de gente excesiva, como el tipo que me había recibido. Excesiva colonia, excesivos bigotes, excesivos modelitos con tacón, ¡excesiva edad algunos! Todos se daban palmaditas excesivas y sonreían con exceso; y abusaban del pinchoteo sin pudor ninguno. Hasta que el salón estuvo lleno de ejemplos, o mejor, de ejemplares modélicos de la derecha más rancia. Cada diputado conseguido se celebraba con insultos y vítores, cada vez más salvajes unos y otros, hasta alcanzar grados de faltosismo difícilmente mensurables con tecnología humana.
Siempre creí que un partido político ideal debería agachar la cabeza gravemente al ganar unos comicios, pensando seriamente en la importancia de haber sido el depositario de la confianza de tantas personas, y en cómo afrontar tal responsabilidad. Vamos, que la jornada de reflexión debería ser el día después, para ellos. O que al menos lo pareciera, carajo. Sin embargo, al término del recuento aquello parecía una orgía de monos aulladores sodomitas. Un tipo me abrazó sin mirar farfullando algo de "Ganamos, a tomar por culo, que se jodan" o similar (evidentemente no había visto mi chapita ni por supuesto mi cara), otros bailaban y bebían y cantaban. Como si los 4 años de legislatura no existieran, como si todo hubiera terminado ayer, en lugar de comenzar. Ese fue el momento en que tuve la sensación de que podía levitar 5 cms sobre el suelo, entrar en un éxtasis divino y ponerme a dar hostias del tamaño de universos. Como no lo conseguí, me metí debajo de la mesa de los pinchos, en posición fetal, a balancearme con la mirada perdida mientras todo terminaba, pensando que en todas las sedes de todos los partidos la historia habría sido lamentablemente similar.
Nadie mencionó en ningún momento las movilizaciones ciudadanas en todo el país.
Quiero pensar que no van a terminar.
Quiero pensar que lo único que ganaron ayer es la posibilidad de empezar a perder.
Quiero pensar.
Y que me dejen hacerlo.