
Siempre he pensado que el destino es como una gaviota: nunca sabes dónde y cuándo va a cagar.
Hablaba mi admirada Madame de las vueltas y coincidencias de esa... digamos excusa de los conformistas que llamamos destino, y la verdad es que de un tiempo a esta parte debo decir que algunas cosas no dejan de ser sorprendentes.
Quién me iba a decir a mí que Sentinel, alma mater del canal gijonés de IRC (¡de aquella!) y la enigmática Posi terminarían por convertirse en Juan y Sofía, con quien acabo de estar viendo el concierto de Macaco hoy mismo.
O que aquellas mozas que vi en una Semana Negra perdida en el tiempo y en la final de un concurso -ganaron, claro-, y que hablaban de gemas, fuentes y zapatos viejos dejarían de ser Delagua y serían simplemente Silvia y Gema, que no es poco. Y Julio, claro.
O que incluso llegaría a comunicarme de tú a tú (o de Vd. a Vd.) con la propia Madame M, aunque no deje de ser el alter-ego de una voz que pocos años antes me hizo llorar (bueno, es que el temita tenía tela también y era una mala época...)
Por no mencionar a toda la gente que he conocido últimamente que no ha sido fruto de coincidencias macrocósmicas, por ejemplo mi querida Norma, que es la que leerá esto (espero).
No sé qué me deparará el tiempo, y aunque mi vida es una casa fría, sin chimenea y sin ascensor, siempre habrá sitio y una copa para todos.
Bienvenidos seais.